14F, una nueva cita en el calendario de la democracia. Las elecciones catalanas vuelven a poner a la ciudadanía como sujeto político, y, por lo tanto, protagonista. Aunque parece que no todos lo son, ni las personas inmigrantes, ni la juventud ni, una vez más, los mayores.
La representatividad es el principio básico de nuestras instituciones. Parlamentos, ayuntamientos, asambleas deben ser una muestra aproximada de nuestras calles para asegurar que en ellas se reproduzca el debate que la población realmente necesita. Ante esto, debemos preguntarnos:
¿A qué sociedad representa una política en la que tan solo una de las candidatas supera los 60 años?
De entre todos los y las presidentiables en estas elecciones, Dolors Sabater (CUP) con sus 60 años es la más cercana a la población sénior. Y eso que cerca del 18% de los catalanes tienen más de 65 años.
¿Quién representa a este casi millón y medio de ciudadanos?
Entidades y agrupaciones entorno a la edad estamos hartos de hablar de empoderamiento, de participación, de envejecimiento activo. Y, sin embargo, parece no trascender a la esfera política. No hay que olvidar que una parte importante de la politización surge de los role models, esas personas que sirven de ejemplo y favorecen comportamientos sociales. Así sucedió con figuras como la de Fraga o Manuela Carmena.
Y esta falta de representatividad, evidentemente, tiene una repercusión en el desarrollo de nuestra democracia. Precisamente, durante estas elecciones Josep Carné Teixidó, presidente de FATEC (Federación de Asociaciones de personas mayores de Cataluña), ponía el foco sobre los temas que la campaña electoral no abarcaba y afectan directamente a la población sénior.
Cuanta menos diversidad contienen las instituciones más se empobrece el debate político. Así sucedió también con el feminismo, hasta que no llegaron las mujeres a la toma de decisiones no se centró el debate en temas como la desigualdad de género, los cuidados, etc. La sostenibilidad de nuestro modelo de sociedad depende de la integración de las minorías.
Todos y todas pertenecemos a grupos sociales que, sin cohesión, provocan una atomización de nuestra vida. La edad también lo es, y si la política no afronta el reto demográfico puede que estemos abocados a una desconexión generacional. De hecho, según el estudio de Zaidi, Gasior y Sidorenko, casi el 90% de los europeos están de acuerdo en que las autoridades locales deberían apoyar las asociaciones e iniciativas que fomenten relaciones más fuertes entre jóvenes y mayores.
Sin embargo, más del 60% consideraba que su gobierno no estaba haciendo un buen trabajo a la hora de promover una mejor comprensión entre jóvenes y mayores. Ya en estas elecciones el 22% de los votantes catalanes tenían más de 65 años, lo que aumentará siguiendo la pirámide demográfica de nuestro país.
¿Cuál será el futuro si no se trabaja en eje?
Es necesario introducir la perspectiva intergeneracional en los procesos políticos. Para que Cataluña, España y cualquier democracia sea lugar para las personas mayores la política debe ser verdaderamente de todos y todas. Y esto, como dice el experto en igualdad, diversidad y acción social Rafael Durán: “es al Estado al que compete como obligación”.