(Víctor Sariego, 26/03/2019).- “Las consecuencias de la soledad en las personas mayores –y a cualquier edad– suponen un riesgo a todos los niveles: físico, psíquico, personal”, tal y como explicó este martes en Vigo el director del Programa de Mayores de la Obra Social ´la Caixa en España, Javier Yanguas que matizó que, “a nivel de salud psicológica y mental, la soledad puede ser debastadora, con todo tipo de patologias y enfermedades derivadas como la depresión, tristeza, nerviosísmo. Y a nivel físico puede mermar la calidad de vida, dificultar la movilidad, empeorar la capacidad cognitiva, la audición, la vista, generar obesidad”. Es un riesgo para la salud, aseguró, “como puede serlo la obesidad o el colesterol, con consecuencias en todo lo que me rodea y en mi proyecto de vida”.
Yanguas abrió el primer taller del curso para directivos y directivas en el ámbito de la gerontología que celebraron la Confederación Española de Aulas de la Tercera Edad (CEATE) y su entidad asociada, las Aulas Senior de Galicia (Ategal) en la Casa Gallega da Cultura. Un foro, con una primera parte en horario de mañana extrictamente profesional, al que se sumó también personal técnico de entidades de mayores de Galicia que son referentes en su labor.
El evento contó además, en horario de tarde, con una jornada abierta a la participación de las personas mayores a las que Ategal y CEATE dieron voz, fomentando su participación y analizando con ellas las conclusiones generadas en el curso.
El foro estaba organizado por Ategal y CEATE en colaboración con la Obra Social ‘la Caixa’ que, de hecho, trajo a este foro a Yanguas. Colaboraron también el IMSERSO, el Concello de Vigo y la Xunta de Galicia.
En la apertura de la jornada, este experto indicó que, a pesar de la conciencia de gravedad que existe ante este fenómeno, “la soledad en las personas mayores es de difícil abordaje, precisamente por su complejidad a la hora de definirla: no se limita a un único concepto, es algo muy amplio y con muchas particularidades a tener en cuenta a la hora de describirla”. Por ello, defendió que “puede ser tanto una sensación de aislamiento, como una discrepancia entre lo que yo espero y lo que yo tengo, con lo que esperamos de los demás y su reacción ante un deseo propio y, a la vez, puede ser la pérdida de relaciones significativas, o perder los vínculos con el entorno o la comunidad en la que yo vivo”.
A su vez, convino, “tiene que ver con las emociones, los sentimientos, los pensamientos, de lo que yo invierta en mis relaciones personales y cómo las gestione, de lo que yo perciba tanto en cuanto a mi persona como a mi entorno, incluso de la suerte que haya tenido o no en la vida, de la suerte que hayan tenido los demás”.
Cifras erróneas
A esto se une, según advirtió, Yanguas, “que la manera de cuantificar las personas mayores que sufren soledad es incorrecta. Muchos medios de comunicación hablan de alrededor de 2 millones de personas de edad que viven y sufren soledad. No deseada en este caso. Es decir, negativa. Por qué llegan a esta conclusión: porque el 25 por ciento de los hogares españoles se compone de una persona sola”.
Es decir, en teoría hay 4,5 millones de hogares de este tipo en el país. Como las estadísticas hablan de que, en el 40 por ciento de dichos hogares vive sola una persona de más de 65 años, “le aplican este baremo y se dice que cerca de 2 millones de personas mayores viven solas. Pero esto no es así. Es un criterio basado en un modo de vida y no en una realidad”.
“Qué duda cabe que esto tiene relación, si bien nos estamos olvidando de las circunstancias propias y peculiares de este fenómeno”, insistió este especialista. “Hay una diferencia notable que no se está teniendo en cuenta, sobre todo, en la mayoría de medios de comunicación entre vivir solo y sentirse solo. Vivir solo es una situación objetiva. Puedes vivir solo o acompañado. Y la soledad es un sentimiento, una cuestión subjetiva”.
Así, prosiguió, “gente que vive sin compañía puede no sentirse sola ni aislada y viceversa, personas que viven con otras personas, o incluso en colectividad, pueden sentirse muy solas. Si confundimos o ponemos al mismo nivel vivir solo con la soledad y el aislamiento social nos confudiremos y erraremos y esto es un obstáculo a la hora, no sólo de medir la soledad, sino de diseñar políticas para abordarla”.
En un estudio sobre soledad y aislamiento que Yanguas ha elaborado con la Obra Social la Caixa, ha llegado a conclusiones muy novedosas como la de que, contrariamente a lo que se suele pensar, existe mayor cantidad de hombres que se sienten solos que las mujeres. Y esto puede ser debido, comenta, “a que los hombres invierten menos que las mujeres en sus relaciones interpersonales y sociales. Al menos en relaciones de ayuda, de apoyo y de cercanía emocional y de afecto. No es que estén o se relacionen menos con gente, sino que tienen menor compromiso emocional que tiene que ver con la cultura, la educación, el papel recibido. Les cuesta más hablar desde los sentimientos y las emociones, se retraen. Y esto ocurre también con su participación en envejecimiento activo. Hay menos hombres en este tipo de actividades. Y la ausencia de actividad, en este ámbito, es un criterio más para incrementar la soledad y el aislamiento”.
Consecuencias y soluciones
Yanguas es partidario de que, “para aportar soluciones a la soledad y el aislamiento en las personas mayores, la gerontología puede abordarla, basicamente desde cuatro frentes”. Uno de ellos sería, “empoderar a todas las personas a cualquier edad, para saber cómo afrontarla, es decir, prevenir, educar y concienciar basicamente; trabajar a nivel comunitario para tejer redes de relaciones interpersonales y sociales; sensibilizar socialmente e investigar el fenómeno; y configurar todo tipo de herramientas técnicas, sociales, institucionales, científicas… precisamente para que todas las personas seamos capaces de afrontar la soledad y, a la par, desarrollar dicha labor de prevención, educación y concienciación”.
Por último, concluyó: “en gerontología se ha hecho mucho enfasis en el análisis de la soledad desde la ausencia de contacto físico, pero no desde la ‘calidad’ de dicho contacto. Podemos vivir y relacionarnos con muchas personas, pero si esa relación no es de ‘calidad’, podremos tener soledad, sentirnos en soledad, aunque vivamos rodeados de gente e interactuando con ella.
Se trata para él de “una asignatura pendiente de la gerontología: fomentar, potenciar las relaciones interpersonales y que estas sean de calidad, que aporten. Por eso en gerontología nos hace falta ‘gobernanza’ e implementación de este tipo de relaciones. La soledad es un problema complejo que requiere no sólo atender las circunstancias físicas de la soledad, sino también las relaciones interpersonales”.